Un secreto muy bien mantenido de la humanidad: si un tapado de esos de abrigo como de lana o paño, que no son de lluvia, se exponen demasiado tiempo a la lluvia, el material mojado huele a … pancho de feria.
Les cuento cómo lo descubrí…
Estábamos con Pelaya en París, y en realidad las dos ya conocíamos bastante bien la ciudad, así que algunos de los típicos paseos turísticos decidimos no repetirlos. Sólo algunos, por supuesto, porque la mayoría tiene un encanto tal que te da ganas de volver a hacerlos una y otra vez. Para nosotras, por ejemplo, un paseo obligado es el Musée d’Orsay. Ahí están todas las mayores obras impresionistas. Y el impresionismo es la base. Así que fuimos. Por otro lado, cabe aclarar que yo tengo una teoría curiosa acerca de los metros (o subtes). Me molesta bastante esa sensación claustrofóbica que dan los largos pasillos que llevan de un tren al otro, sobre todo considerando que suelen estar repletos de gente. Entonces mi teoría dice que si el trayecto en metro será sólo de pocas paradas, es mejor ir caminando, o si hay que hacer una conexión únicamente por una o dos paradas, mejor no tomar el segundo y caminar lo que queda en vez de cambiar trenes. El día que visitábamos Orsay, quise aplicar este principio. En vez de hacer una conexión, elegí una parada que me pareciera lo más cerca posible del museo para caminar el resto. Pelaya, por supuesto, me siguió. Sólo que, detalle, esa parada estaba un poco más lejos de lo que imaginé… Más o menos a 20 cuadras. 20 cuadras cuando se está haciendo vida de turista, recorriendo y recorriendo ciudades, con fatiga acumulada de días y semanas, son mucho más que 20 cuadras. Y sí, lo adivinaron, para colmo de males, esas 20 cuadras hubo que caminarlas bajo lluvia… Lluvia torrencial, cabe aclarar. Y también cabe aclarar que no llevábamos paraguas.
Y ésta es la historia de cómo nuestros tapaditos terminaron oliendo a… pancho de feria.
Estábamos con Pelaya en París, y en realidad las dos ya conocíamos bastante bien la ciudad, así que algunos de los típicos paseos turísticos decidimos no repetirlos. Sólo algunos, por supuesto, porque la mayoría tiene un encanto tal que te da ganas de volver a hacerlos una y otra vez. Para nosotras, por ejemplo, un paseo obligado es el Musée d’Orsay. Ahí están todas las mayores obras impresionistas. Y el impresionismo es la base. Así que fuimos. Por otro lado, cabe aclarar que yo tengo una teoría curiosa acerca de los metros (o subtes). Me molesta bastante esa sensación claustrofóbica que dan los largos pasillos que llevan de un tren al otro, sobre todo considerando que suelen estar repletos de gente. Entonces mi teoría dice que si el trayecto en metro será sólo de pocas paradas, es mejor ir caminando, o si hay que hacer una conexión únicamente por una o dos paradas, mejor no tomar el segundo y caminar lo que queda en vez de cambiar trenes. El día que visitábamos Orsay, quise aplicar este principio. En vez de hacer una conexión, elegí una parada que me pareciera lo más cerca posible del museo para caminar el resto. Pelaya, por supuesto, me siguió. Sólo que, detalle, esa parada estaba un poco más lejos de lo que imaginé… Más o menos a 20 cuadras. 20 cuadras cuando se está haciendo vida de turista, recorriendo y recorriendo ciudades, con fatiga acumulada de días y semanas, son mucho más que 20 cuadras. Y sí, lo adivinaron, para colmo de males, esas 20 cuadras hubo que caminarlas bajo lluvia… Lluvia torrencial, cabe aclarar. Y también cabe aclarar que no llevábamos paraguas.
Y ésta es la historia de cómo nuestros tapaditos terminaron oliendo a… pancho de feria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario