Yo tengo una tía muy graciosa. Bueno, tengo muchas tías, todas muy graciosas. Pero esta en especial. No hace mucho descubrió que se pueden mandar mensajes de texto por el celular. Y entonces, de vez en cuando, si por alguna razón es mejor no llamar, ella manda un sms. Y nosotros no sabemos si es que ella escribe utilizando el mecanismo del diccionario automático sin haberlo entendido del todo, o si es que escribe sin ese mecanismo, letra por letra, aburriéndose en la mitad del mensaje, pero el tema es que sus mensaje son en código. Un dialecto extraordinario que parece sacado de esas películas de ciencia ficción. Y bueno, uno sonríe e intenta descifrar el mensaje. “Okivha” por ejemplo vendría a ser yo, Olivia, y “Pejaxa” por ejemplo vendría a ser mi hermana, Pelaya. Y si fuera de contexto apareciera la palabra “amo” vendría a remplazar un “con”. Y si el mensaje terminara con un “Cero” vendría a ser un “Beso”. Hasta ahí llegamos, ese tipo de cosas, logramos decodificarlas. Pero un día mi tío recibió un mensaje terrible, una cosa que leía más o menos así:
“Ghudb jd jbdk poros kehj Jeronlkö ?”
Después nos enteraríamos que era la manera de mi tía de preguntar por mi primo Jerónimo, quien había dicho que volvería a una determinada hora de la casa del amigo, y muy pasada esa hora todavía no había llegado.
Pero ese mensaje mi tío no lo entendió. No lo entendió ni ahí. Tuvo que llamarla y confirmar a qué se refería. Y aprovechó para explicarle que ese mensaje o era sencillamente incomprensible, o estaba escrito en un lenguaje extraterrestre. Y mi tía, indignada le contestó:
-“¡Un poco de imaginación!”
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