lunes, 14 de diciembre de 2009

Sms

Una cosa que odio es esa gente a la que vos le mandás un mensaje de texto preguntando varias cosas y te responden una sola, como si no les diera la mente para responder a todo, obligándote a enviar otro mensaje, con la siguiente pregunta, y una vez respondida, otro con la siguiente, y así de una en una.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Nadie me banca en mi clase...

Todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, me llama. Y todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, yo estoy en clase. Así que todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, todo el anfiteatro siente el vibrar de un celular, y dirige su vista a tal celular, que se encuentra, claro está, en mi bolsillo. Entonces todo el anfiteatro sigue con su mirada a mis dedos (ya adiestrados) que buscan el botón para rechazar la llamada. Y a los pocos segundos, todo el anfiteatro vuelve a sentir el vibrar de tal celular, esta vez avisando que tengo un nuevo mensaje en mi correo de voz. Y todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, yo me digo lo mismo: “Capaz es algo importante, capaz pasó algo, para que deje mensaje y todo…”, entonces todas las mañanas finjo tener que ir al baño, para oír, nerviosa y rezando, el mensaje de mi madre en el pasillo. Y todas las mañanas descubro que no, que no era nada grave.

(Y lo peor es que no quiero por nada del mundo que deje de llamar, es lo que tienen las madres, ¿no?)

viernes, 11 de diciembre de 2009

Tantos ejemplos, tantos...

No sé nada del show business ni de cómo funcionan las cosas ahí adentro, pero hay alguien ahí, que no sé si es el productor, o los escritores, o los creadores, o vaya uno a saber, quizá hasta el vestuarista, que no entendió que las series tienen una esperanza de vida determinada. Y si hacés mucha fuerza, capáz se la alargás un poco. Pero un poco. Alargarla mucho nunca es bueno, porque sólo se estará prolongando un fracaso. Es inevitable. Y lo peor es que hay claros indicios de que se está frente a un fracaso, que hasta yo, una simple mortal, sé distinguir. Les doy algunos ejemplos, señores Hollywood, gentileza de Olivia T., para que todos acabemos con la agonía:
Si en un desesperado intento de recuperar rating hay que usar recursos como:
- que a uno de los personajes principales le aparezca totalmente de las naranjas, sin ninguna previa mención ni sospecha en todos los años de serie, un hijo adolescente, crecidito y todo
- que visto que ya se formaron y ya se rompieron todas las combinaciones posibles de parejas se vuelva a empezar el círculo, haciendo que aquel matrimonio que se había separado divorciado confrontado maldecido en la primer temporada se vuelva a casar
- que una de las protagonistas se haga lesbiana (¡¿de qué otra forma justificar sino esas escenas subidas de tono de girl on girl action que van a atraer a la audiencia?!)
- que como los representantes de los actores de más peso se han dado cuenta del inminente fracaso, les consiguen a sus clientes mejores papeles, haciendo que abandonen la serie, y por ende una seguidilla de personajes resulta que de pronto o padecen de alguna enfermedad fatal que los llevará a la muerte en cuestión de capítulos nomás, o han de viajar a la conchinchina para “reencontrarse con ellos mismos” o mueren repentinamente de un súbito accidente
- que como ya no quedan parejas posibles para la bella rubia flaca protagonista, ésta decida… sí, sí, hacerse monja
(y la infaltable:)
- que sin ningún antecedente alguna de las mujeres aparezca embarazada… con el consecuente suspenso de quién será el padre (pero bien sabemos que lo va a perder, al bebé, porque es bastante complicado integrar un infante a la serie)

Resumiendo, si hubo que recurrir a alguna de estas ideas, o a ideas similares, es que no está garantizado que la serie sobreviva una temporada más.

Al son de Sabina

Llegué al apartamento muerta de hambre (como de costumbre). Puse agua a hervir, para hacerme una pasta, lo único que tenía (porque al irme a vivir sola descubrí que eso de que la heladera estuviera siempre llena no era magia, sino mi padre yendo al supermercado), y me senté a mirar el agua hervir, como si mi fijación la fuera a apurar. Prendí la música, Joaquinito, por supuesto. Y entonces me acordé de las barritas Magnum que tenía en el congelador, y me agarré una mientras se hiciera la pasta. Pero de pronto me vi la pierna, y recordé que en unos días habría de exponerla en la playa, así que fui a buscar la cera (con la Magnum en mano) para depilarme y la puse en el micro a derretir. Quise correr unas hojas que tenía en la mesa, y me corté con el papel. Uno de esos cortes con sangre y todo. Así que corriendo al baño a buscar una curita (de esas que tienen dibujitos de Disney, obvio, que cuestan el doble de las comunes pero no importa porque garantizan eterna juventud).
¿Alguna vez intentaron ponerse una curita en un dedo mientras sostenían una barrita Magnum, intentaban apagar la hornalla porque el agua hirviendo se desbordaba, apagaban el microondas porque la cera se chorreaba, rasqueteaban la cera de las paredes de dicho artefacto porque sabían que una vez fría sería imposible e intentaban pasar a la siguiente canción del disco de mi Sabina querido porque la que estaba puesta empezó a saltar?
Se imaginan dónde terminó la curita…

jueves, 10 de diciembre de 2009

Examen

Es lo que tiene la vida de estudiante… Que de repente, llegan unas semanas (el período de exámenes) durante las que el fin del mundo no parece tan mala idea… Desaparecés de la faz de la tierra, dejás de salir, pasás encerrada en tu casa, incomunicada, sin ver ni la luz del sol… Durmiendo poco, comiendo mal, comunicándote únicamente con gente que esté en tu misma situación… Y al poco tiempo se resurge, con ojeras, cara pálida y regordeta, y generalmente, un humor de perros… Y en nuestra frente ese gran cartel de “recién salida de examen” es inexorable.