sábado, 4 de diciembre de 2010

Verano en Ginebra

La gente pelotuda es un recurso inagotable. Cada vez me convenzo más.

Un ejemplo nomás para apoyar mi teoría.

En verano, Ginebra, como muchas muchas ciudades del mundo, se llena de turistas. Y también como muchas muchas ciudades del mundo, se llena de oportunistas que saben que va a haber turistas de quiénes aprovecharse. Este verano logré incorporar a mi rutina la linda costumbre de salir a caminar todos los días (linda costumbre que duró muy poco, como se imaginarán), pero mientras duró pude admirar el siguiente fenómeno. Durante todos los meses de verano, en cada una de las cuatro esquinas de cada cuadra del centro de Ginebra (sin exagerar), se instala un tipo con un mantelito que extiende en el piso, sobre el que pone tres cajitas del tamaño de las de fósforos, y una pelotita más chiquita todavía. La idea es que por una determinada cantidad de dinero (no quise ni averiguar cuánto, pero hay rumores que dicen que son 10 francos suizos, otros 20 y unos pocos van incluso hasta 30) el curioso transeúnte puede participar en el juego de adivinar bajo qué cajita se encuentra la pelotita, después de que el tipo la movió varias veces con las dos manos. La gente que se para a mirar un rato se convence de que es simple, y se dice que lo único que hay que hacer es seguir fijamente con la vista, y sin perderla, a la pelotita. Y listo. Y el tipo promete que si le embocás a la cajita correcta, te devuelve el doble de lo que le pagaste. A mí, mente podrida de nacimiento, esto ya me suena raro. Pero hay gente a la que no, hay gente que participa feliz. Y hete aquí que nunca gana (no me digas…). Resulta que es sabido que estos tipos hacen trampa, cuando mueven la pelotita terminan quedándosela en la mano, y hay otra escondida bajo una cajita cualquiera, o sea que nadie adivinará dónde estaba. Además, siempre tienen uno o dos aliados que hacen de cuenta que participan y que ganan, para esperanzar al público e incitarlos a ganar plata (supuestamente) fácil. Lo que es increíble es que en cada esquina del centro de Ginebra donde se encuentra uno de estos tipos haciendo su show, hay, en todo momento del día, al menos diez personas mirando incrédulas, y claro, participando. Y de vez en cuando, se escucha a alguien pasar por ahí, gritando desaforado e indignado frases nada sutiles en las que aconseja a la gente que se aleja para no ser estafada. Y en las tiendas, en muchos mostradores colgaron fotos de estos tipos haciendo su jueguito, con la inscripción “No se acerque, es una estafa”. Y para los ginebrinos es como un deber ciudadano el correr la bola de que no hay que detenerse ante este presunto entretenimiento.

Lo que yo no entiendo es cómo, con tanta advertencia propagándose por ahí, cada uno de estos tipos logra tener constantemente una decena de espectadores y/o contribuyentes.

No les digo, la gente pelotuda es un recurso inagotable.

2 comentarios:

  1. me estas cagando esto no puede ser cierto.
    no te la puedo creer.
    p.t.e.u.c.

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