Mi madre tiene una manía, que a mí me saca de quicio. Bueno, siendo más exacta, mi madre tiene incontables manías, y la mayoría me sacan de quicio, pero ahora vamos a hablar de una en particular.
Esa manía que tiene de comprar las cosas pensando en que la posibilidad de cambio o devolución está ahí, latente. O sea, si vos vas a la tienda, arrastrás a alguien a que te acompañe, pasás horas probándote y eligiendo lo que más te convence, pidiéndole opinión a tu rehén, aceptando o ignorando su opinión, negociando los planes de pago… no tendría que importar si la prenda tiene o no cambio, ¿verdad? Porque digo yo que se supone que si la deliberación fue tan difícil y meticulosa por lo menos que sea permanente. Pues no. Mi madre llega a casa y se da cuenta de que ay el color en realidad no favorece tanto, ay no sé si este corte es tan elegante, ay no me di cuenta que la semana pasada me había comprado esto que es parecido. Y hay que volver. Volver a la tienda, volver al probador, volver al proceso. Y toda esta descripción es válida para cualquier prenda de ropa, pero también para todo tipo de artículos, sin importar el género (electrodomésticos, ropa de cama, perfumería, artículos de bazar, regalos a quien sea, cosas de papelería, you name it!) ni el destinatario.
Ayer llegó a lo que yo considero su récord personal. Yo fui al médico, y me recetó un remedio. Entonces al salir de la consulta pasé por la farmacia para empezar el tratamiento lo antes posible. Y mi madre me llama poco después, inquiriendo sobre tal medicamento, y tras decirme que según ella hay otro mejor (sí, sí, ella es experta en medicina, en economía mundial, en finanzas, en idiomas, en cine, en meteorología, en calentamiento global,…) agrega:
-“¿No podés volver a la farmacia y ver si no tiene cambio? Estoy segura que te lo cambian, decíles que te equivocaste al leer la receta…”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
jajajjajja
ResponderEliminarmuy fuerte! en serio?
no te la puedo...
p.t.e.u.c.