viernes, 31 de diciembre de 2010

Viajar en tren...

Cuento esta historia porque me divierte mucho reírme de mí misma, nomás.

Iba yo viajando tranquilamente en tren hacia el sur, cuando, como corresponde, me da hambre. Por supuesto, había llegado corriendo a la estación, sin tiempo para comprar nada, así que me resigné a dirigirme hacia el vagón-cafetería, donde cada producto cuesta tres veces su precio de mercado. Pero cuando llego, descubro que la fila era demasiado larga, y yo estaba dispuesta a pagar un dineral por una barra de chocolate, pero no a esperar media hora parada por obtenerla. Decidí ir al baño en ese vagón, y después volver al mío. Al rato, cómoda en mi asiento mientras dormitaba, oigo un comunicado del conductor “Estimados pasajeros, su atención por favor. Alguien olvidó su celular en el baño del vagón-cafetería. Por favor, que el dueño se presente ante el controlador para recuperarlo”. Mis ojos se abrieron inmediatamente y salté de mi asiento como impulsada por un resorte, porque sabía que era mi celular. Sólo que al pararme tan repentinamente, quedó claro para todos que era yo la pelotuda que andaba dejando sus pertenencias en el baño. Y lo quise disimular, haciendo de cuenta que me paraba para recuperar mi bufanda y mi campera. Me las puse, e hice un poco de tiempo, y después sí, me encaminé hacia el vagón del controlador, quien me preguntó de qué marca era mi celular, para asegurarse que no mentía. Por supuesto, me había olvidado de la marca, o quizá nunca la supe siquiera… Entonces intenté describirlo… “Es negro, con pantalla,…” ¡Yo qué sé cómo describir un celular! Creo que me lo devolvió por piedad nomás… 

viernes, 17 de diciembre de 2010

No me arrepiento...

Mi hermano se vino de viaje pedagógico con su clase del liceo precisamente al lugar donde yo estoy, así que me pareció buena idea ir a esperarlos al aeropuerto. Sólo para verlos llegar, recibir a mi hermano, verlo después de tanto tiempo, darle un abrazo y ese tipo de cosas. No mucho más porque el grupo enseguida seguía con el itinerario previsto, las visitas turísticas, los recorridos pedagógicos. Los chicos viajaron con tres adultos del liceo encargados de encuadrarlos. Una de las profesoras, no lo pudo evitar, y lo primero que me dijo al verme, pero lo primero en serio, incluso antes de “Hola” o “Tanto tiempo” o “Qué grande que estás” o “Verdad que vos estás acá”, fue:
-“Te veo a vos y me arrepiento… Porque mi hermana está viviendo acá, y no se me ocurrió decirle que podía venir al aeropuerto a recibirnos”
Y yo después, por supuesto, le conté esto a mi hermanita Pelaya, quien después de reírse un rato me dijo:
-“La gente te mira y siente arrepentimiento”
No sé mucho qué quiere decir ni cómo tomarlo…

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Sms

Mi madre y mi tía me mandan mensajes de texto. Reiterados mensajes de texto. Y cuando no les llega respuesta, ellas se turnan para llamar a la compañía telefónica, al técnico del celular, al Ministerio de Telecomunicaciones a investigar por qué sus celulares no están recibiendo mensajes, y cuán rápido se podría solucionar. Qué se van a imaginar ellas que de vez en cuando, cabe la posibilidad de que haya algún mensaje al que me embole responder…

lunes, 13 de diciembre de 2010

Qué te puedo decir...

Ella es de esas personas que disfruta preguntándole a la gente lo que la gente no quiere que nadie le pregunte.
¿Por qué perdiste el exámen? ¿Cómo que no sabés? ¿Cómo todas tus amigas salvaron y vos perdiste si estudiaron juntas?
¿Cómo ganás tan poco? ¿Pero vos no tenés mucha más formación que él? ¿Pero con tu carrera no se encuentra ningún trabajo más calificado?
¿Cómo que te dejó por otra? ¿Pero esa no es mucho más joven que él?
¿Cómo que no tenés ni un día de vacaciones en verano? ¿No te vas a deprimir sola en la ciudad? ¿No estás muerta de cansancio? ¿No nos vas a extrañar que vamos a estar todos en el balneario?
Y yo soy de esas personas que le quieren pegar a este tipo de personas.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Empanadas made in France

En la residencia universitaria internacional de París el otro día organizaron una fiesta con temática “Argentina”. Y allá fuimos, todos los latinos de París, para sentirnos un poco más cerca de casa, y porque prometía ser una noche divertida. El festejo incluía una música bien tanguera (sí, sí, terminamos bailando tango), y como nunca puede faltar el puestito con venta de comida y bebidas, se improvisó uno. Y para que todos los presentes nos pusiéramos nostálgicos, lo que vendían eran cosas del estilo de Fernet y empanadas de carne (cosas que en Francia no existen, por supuesto). Así que ahí estábamos todos, muy felices, comiendo una a una no sé cuántas empanadas cada uno, y comentando cuán buenas estaban. Y una de las chicas agregó:
-“Sí, están buenas, pero como las de mamá no hay”
Y todos asintieron, pensando en sus respectivas madres y sus respectivas empanadas. Y yo me reí, y nadie entendió por qué, pero es que mi madre, debe hacer 20 años que no hace una empanada…

sábado, 11 de diciembre de 2010

Ahhhhhhhhhhhhhhhhh

Mi padre es tan tierno tan tierno, que tomó doce años convencerlo de que tenía que cambiar el auto que ya tenía doce años. Y es tan tierno tan tierno, que cuando para entregarlo para recibir el nuevo tuvo que lavarlo, lo lavó como nunca antes. Y es tan tierno tan tierno, que cuando lo vio así, reluciente, le dio pena cambiarlo así por uno más nuevo, así que hubo que empezar de nuevo el proceso de convencerlo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Amaneció nevando en París

Hay gente que dice adorar la nieve. Y yo a ellos les digo:
¿¿De qué estamos hablando?? ¿¿En serio me decís??
Sí, sí, todo muy lindo, muy poético, muy romántico… Las calles cubiertas de blanco, ver desde el balcón como los copos van cubriendo tu ciudad… Precioso. Pero precioso mirarlo por la ventana, con una taza de chocolate caliente en la mano. Sacále una foto y volvé a prender la tele. Tener que ir a la facultad con nieve, hacer mandados con nieve, intentar seguir una rutina con nieve, hacer turismo con nieve, vestirse para un día de nieve, prepararse psicológicamente para un día de nieve… Te lo regalo. Y para el día después del día de nieve, cuando la gente ya caminó sobre nevado, haciendo que la nieve pase de blanca al color de la mugre, y cuando la parte de la nieve sobre la superficie ya empezó a derretirse, haciendo que en algunos lados queden enormes charcos donde la gente mojará el dobladillo de sus vaqueros, y en otros lados capas de hielo extremadamente resbaladizos que representan un peligro digno de ser catalogado tema de seguridad nacional… También te lo regalo.
Y pongo la etiqueta "Viajes con Pelaya" porque fue en boca de ella que oí una de las primeras veces la teoría de que finalmente no es tan claro que esté tan bueno que nieve,  tras uno de nuestros paseos no recuerdo en qué ciudad.

martes, 7 de diciembre de 2010

Déjà vu

Tengo un profesor que empieza la clase, y si alguien llega 5 minutos tarde, toma 20 minutos para explicarle al recién llegado lo que se perdió en esos 5 minutos pasados. True Story.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Tratamiento

Mi madre tiene una manía, que a mí me saca de quicio. Bueno, siendo más exacta, mi madre tiene incontables manías, y la mayoría me sacan de quicio, pero ahora vamos a hablar de una en particular.

Esa manía que tiene de comprar las cosas pensando en que la posibilidad de cambio o devolución está ahí, latente. O sea, si vos vas a la tienda, arrastrás a alguien a que te acompañe, pasás horas probándote y eligiendo lo que más te convence, pidiéndole opinión a tu rehén, aceptando o ignorando su opinión, negociando los planes de pago… no tendría que importar si la prenda tiene o no cambio, ¿verdad? Porque digo yo que se supone que si la deliberación fue tan difícil y meticulosa por lo menos que sea permanente. Pues no. Mi madre llega a casa y se da cuenta de que ay el color en realidad no favorece tanto, ay no sé si este corte es tan elegante, ay no me di cuenta que la semana pasada me había comprado esto que es parecido. Y hay que volver. Volver a la tienda, volver al probador, volver al proceso. Y toda esta descripción es válida para cualquier prenda de ropa, pero también para todo tipo de artículos, sin importar el género (electrodomésticos, ropa de cama, perfumería, artículos de bazar, regalos a quien sea, cosas de papelería, you name it!) ni el destinatario.

Ayer llegó a lo que yo considero su récord personal. Yo fui al médico, y me recetó un remedio. Entonces al salir de la consulta pasé por la farmacia para empezar el tratamiento lo antes posible. Y mi madre me llama poco después, inquiriendo sobre tal medicamento, y tras decirme que según ella hay otro mejor (sí, sí, ella es experta en medicina, en economía mundial, en finanzas, en idiomas, en cine, en meteorología, en calentamiento global,…) agrega:
-“¿No podés volver a la farmacia y ver si no tiene cambio? Estoy segura que te lo cambian, decíles que te equivocaste al leer la receta…”

sábado, 4 de diciembre de 2010

Verano en Ginebra

La gente pelotuda es un recurso inagotable. Cada vez me convenzo más.

Un ejemplo nomás para apoyar mi teoría.

En verano, Ginebra, como muchas muchas ciudades del mundo, se llena de turistas. Y también como muchas muchas ciudades del mundo, se llena de oportunistas que saben que va a haber turistas de quiénes aprovecharse. Este verano logré incorporar a mi rutina la linda costumbre de salir a caminar todos los días (linda costumbre que duró muy poco, como se imaginarán), pero mientras duró pude admirar el siguiente fenómeno. Durante todos los meses de verano, en cada una de las cuatro esquinas de cada cuadra del centro de Ginebra (sin exagerar), se instala un tipo con un mantelito que extiende en el piso, sobre el que pone tres cajitas del tamaño de las de fósforos, y una pelotita más chiquita todavía. La idea es que por una determinada cantidad de dinero (no quise ni averiguar cuánto, pero hay rumores que dicen que son 10 francos suizos, otros 20 y unos pocos van incluso hasta 30) el curioso transeúnte puede participar en el juego de adivinar bajo qué cajita se encuentra la pelotita, después de que el tipo la movió varias veces con las dos manos. La gente que se para a mirar un rato se convence de que es simple, y se dice que lo único que hay que hacer es seguir fijamente con la vista, y sin perderla, a la pelotita. Y listo. Y el tipo promete que si le embocás a la cajita correcta, te devuelve el doble de lo que le pagaste. A mí, mente podrida de nacimiento, esto ya me suena raro. Pero hay gente a la que no, hay gente que participa feliz. Y hete aquí que nunca gana (no me digas…). Resulta que es sabido que estos tipos hacen trampa, cuando mueven la pelotita terminan quedándosela en la mano, y hay otra escondida bajo una cajita cualquiera, o sea que nadie adivinará dónde estaba. Además, siempre tienen uno o dos aliados que hacen de cuenta que participan y que ganan, para esperanzar al público e incitarlos a ganar plata (supuestamente) fácil. Lo que es increíble es que en cada esquina del centro de Ginebra donde se encuentra uno de estos tipos haciendo su show, hay, en todo momento del día, al menos diez personas mirando incrédulas, y claro, participando. Y de vez en cuando, se escucha a alguien pasar por ahí, gritando desaforado e indignado frases nada sutiles en las que aconseja a la gente que se aleja para no ser estafada. Y en las tiendas, en muchos mostradores colgaron fotos de estos tipos haciendo su jueguito, con la inscripción “No se acerque, es una estafa”. Y para los ginebrinos es como un deber ciudadano el correr la bola de que no hay que detenerse ante este presunto entretenimiento.

Lo que yo no entiendo es cómo, con tanta advertencia propagándose por ahí, cada uno de estos tipos logra tener constantemente una decena de espectadores y/o contribuyentes.

No les digo, la gente pelotuda es un recurso inagotable.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Recuerdos de una niñez particular

Cuando yo era chiquita, mi madre se hacía la manicura con Tere, siempre con Tere, la misma Tere que ahora que ya no soy chiquita le sigue haciendo la manicura a mi madre. Y desde que soy chiquita, mi madre y Tere charlan mientras tanto. De todos los temas habidos y por haber. Un día, cuando yo tendría alrededor de cuatro años, mi madre, con las manos en sus respectivos tachitos con agua, me preguntó delante de Tere “No te gustaría ser manicura?”. No me pregunten de qué podrían estar hablando Tere y mi madre que desembocara en tal pregunta, ni por qué a mi madre se le ocurrió hacérmela a mí, tan sólo una niña, ni cuál sería la respuesta que pretendía recibir. Lo único que sé es que yo, que si hoy soy tajante y descontrolada al hablar imagínense como sería a los cuatro años de edad, contesté “No”. Cuando Tere se fue me rezongaron. Y no entendí por qué.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Sra Bibliotecaria

Un recuerdo que me vino así de repente:

Mi hermana y yo, de chiquitas, sacábamos libros y libros de la biblioteca del colegio. De esos llenos de imágenes y colores. Y todos los años, cuando se acercaba fin de año, mi madre nos hacía buscar y buscar todos esos libros, agarraba la pila entera, y nos llevaba al colegio, para que diéramos la cara frente a las bibliotecarias, por supuesto con una caja de chocolates importados de regalo, para que les fuera más fácil perdonar el retraso…

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Bla bla

Una cosa que me molesta es la gente que habla de cosas que no entiende como si las entendiera. La gente que habla sin saber. La gente que habla usando palabras que no corresponden a su edad para tirárselas de joven. La gente que habla con un volumen de voz muy alto. La gente que habla gritando. La gente que habla aunque no haya nadie escuchando. La gente que habla y no es clara. La gente que habla riéndose y no es graciosa. La gente que habla con palabras de otros idiomas sin hablar esos idiomas. La gente que habla una cosa y con la mirada te dice otra. La gente que habla y con las palabras más gentiles te está mandando cordialmente a la punta de un sauce verde. La gente que habla sin distinguir si te interesa o no. La gente que habla sin capacidad de resumir. La gente que habla mientras mastica. La gente que habla mientras hace eso otro. La gente que habla y no sabés si lo dice en serio o no. La gente que habla cuando vos tenés esto que contar. La gente que habla cuando tendría que escuchar. La gente que habla de temas más que hablados.

Ahora que lo pienso, lo que me molesta es la gente que habla. Y punto.