Hace un tiempo mi vieja descubrió Skype, y desde entonces yo no paro de reírme. No es que yo sea burlona ni soberbia ni mala, es simplemente que ella es muy, muy graciosa.
Primero, está el tema de que como hace bastante poco que descubrió todo lo que Skype tiene para ofrecer, todavía no lo tiene totalmente integrado a su rutina. Entonces sucede que hablamos horas por teléfono, y después de que cortamos se acuerda de la existencia de Skype. Y me manda un mensaje de texto diciéndome que me conecte. Y me conecto, pero ya nos dijimos todo en la previa conversación telefónica. En estas ocasiones, gracias al poder de la camarita, yo me convierto en una especie de payasito que ha de entretener a su audiencia.
“A ver alejáte un poco que quiero ver como te queda ese pantalón”
“Mostráme de perfil cómo son los lentes nuevos”
“Dáte vuelta que quiero ver como tenés el pelo”
Todo el tema de que nos podamos ver a través de las respectivas webcams le parece formidable. Tanto, que a veces, mientras hablamos por teléfono, ve la computadora por ahí tirada, y se le prende la lamparita: “Conectáte así te veo”. Entonces se sienta frente a la compu, y siempre con el teléfono al oido, me sigue hablando. Hasta que le explico que los micrófonos de las computadoras se activan mientras estamos en videoconferencia. Ahí apaga el teléfono, que por supuesto inmediatamente empieza a sonar. Y siempre es alguna de mis tías. Mi madre, entusiasmadísima, me hace señas por la cámara y pone el teléfono al lado del micrófono de la computadora para que les hable. Todavía no me animé a explicarle que ellas también tienen cuenta en Skype y que siempre hablamos. No quiero desilusionarla.
A veces me llama por Skype mientras mi padre está ahí al lado mirando el noticiero por televisión. Entonces a ella de vez en cuando la atención se le desvía hacia las noticias. Y si considera que una noticia podría o debería ser de mi interés, sube al máximo el volumen de la tele a ver si llego a oírla. Tampoco me atreví a explicarle que se pueden encontrar los informativos online. Después de un rato, veo a través de la cámara que está un poco inquieta, como buscando algo… Se para, desaparece un rato, y después vuelve a sentarse frente a la compu. Pero en vez de seguir hablándome, analiza la computadora, sus costados, la da vuelta… Hasta que encuentra donde enchufar los auriculares “Es que tu padre tiene la tele tan alta que no te oigo, por eso me pongo auriculares”. Sólo que los enchufó donde va el micrófono externo…
Todo esto es muy gracioso, sí, pero lo mejor es cuando mientras hablamos se empieza a aburrir, y como que se olvida de que la cámara es verdaderamente una cámara, y que yo estoy viendo todo lo que hace, y la empieza a tomar como una especie de espejo. Se acerca al visor, intenta ver si le salieron nuevas canas, se apreta granos, se mira si tiene algo entre los dientes. En serio.
Y finalmente, está eso de que cree que una vez que desconectás la cámara ya está. Pero no, no está. El micrófono sigue prendido y yo sigo escuchando todo lo que dice. Por ejemplo, como le explica paso a paso a mi padre todo lo que acaba de hablar conmigo…
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