Todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, me llama. Y todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, yo estoy en clase. Así que todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, todo el anfiteatro siente el vibrar de un celular, y dirige su vista a tal celular, que se encuentra, claro está, en mi bolsillo. Entonces todo el anfiteatro sigue con su mirada a mis dedos (ya adiestrados) que buscan el botón para rechazar la llamada. Y a los pocos segundos, todo el anfiteatro vuelve a sentir el vibrar de tal celular, esta vez avisando que tengo un nuevo mensaje en mi correo de voz. Y todas las mañanas, en cuanto mi madre se despierta, yo me digo lo mismo: “Capaz es algo importante, capaz pasó algo, para que deje mensaje y todo…”, entonces todas las mañanas finjo tener que ir al baño, para oír, nerviosa y rezando, el mensaje de mi madre en el pasillo. Y todas las mañanas descubro que no, que no era nada grave.
(Y lo peor es que no quiero por nada del mundo que deje de llamar, es lo que tienen las madres, ¿no?)
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y...las madres son así
ResponderEliminarcan't live with them, can't live without them