Se me podría haber perdido el Mp3… O me lo podrían haber robado, o me lo podría haber olvidado en algún lugar. Pero no, lo que se me perdió fue el cargador, cuestión de que el Mp3 quede ahí, en la mesita, desde donde me puede mirar, burlón, como diciendo, “Sí sí, acá estoy, pero no me podés usar. Andá nomás al gimnasio sin mí, tomáte el colectivo sin mí…”
Se me podría haber perdido una de las llaves del candado, como para poder usarlo con la otra, porque viste que los candados por lo general traen dos llavecitas. Pues no, lo que se me perdió fue el candado, o sea que ahora me clavé con las llavecitas colgando molestamente del llavero, que no puedo tirar por si al candado se le ocurre reaparecer…
Me podría haber olvidado de la contraseña, así por lo menos cliqueaba en la salvadora opción “Se me ha olvidado mi contraseña” y respondiendo a esas preguntas del estilo “¿Cuál es tu restaurante favorito? ¿Cuál era el nombre de tu primer mascota? ¿Cómo se llamaba tu maestra de tercer grado?” conseguía una nueva. Pero no, de lo que me tuve que olvidar fue del nombre de usuario, porque claro, ya estaban todos tomados así que tuve que ser demasiado creativa… Y no funcionó.
Me podría haber olvidado la billetera al salir de casa, pero no, de lo que me olvidé fue de poner la plata adentro, o sea que la billetera, que me ocupa más o menos la mitad de la cartera, la cargué igual, de manera totalmente inútil.
Y de este tipo de cosas me han sucedido miles. De más está decir que me molestan bastante.
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