Esta mañana, en el ómnibus, camino al trabajo,… Ay, no sé si tengo las fuerzas para contarlo. Es como revivir ese fatídico momento… Tengo que ser fuerte, si no lo saco de adentro nunca podré salir adelante.
Bueno, esta mañana, en el ómnibus, camino al trabajo, había una madre, con su hija. Una niña muy adorable y muy chiquita, en su cochecito. Estaba en esa edad en que los niños son sumamente charlatanes porque hace poco empezaron a hablar entonces quieren expresar todo lo que puedan. Totalmente comestible, fue todo el viaje preguntándole cosas a su madre, quien pacientemente le iba aclarando cada una de sus dudas.
“Sí, mi amor, la puerta se abre y la gente baja”
“Sí, princesita, él está escuchando música”
“Sí, corazón, en la vereda hay un perro”
“Sí, mi vida, vamos a visitar a la abuela”
Hasta que lo dijo. Eso. La niña me había señalado a mí por alguna razón, y yo, totalmente derretida, le había sonreído. Y la madre comentó:
“Decíle chau a la señora que nos bajamos”¿Señora? ¿¿¿Señora??? ¿Señora yo?
Señora a mí… A mí, que tengo 23 años. ¡23! Casi casi que se podría decir que soy una quinceañera.
¡Cómo se atreve!
¡Señora será usted!
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